La Casa de los Cuatro Bustos
Las primeras mansiones coloniales que se construyeron en Cuzco tuvieron como moradores a conquistadores y a encomenderos. Los lugares seleccionados para su construcción eran de por sí bellos terrenos elegidos previamente por quienes conformaban la clase alta de la sociedad inca para construir sus moradas.
Por ende, la introducción arquitectónica de patios, zaguanes, arquerías, balcones, ventanas y la ostentación de blasones no fue sólo una innovación, sino un símbolo tajante de que el cambio había llegado y de que nada volvería a ser igual.
Esta reconstrucción se iniciaba superponiendo un segundo piso fabricado con adobe sobre la base de muro ya existente. Luego, los espacios internos se transformaron en patios en los cuales predominaba el estilo renacentista y las arquerías de medio punto sostenidas por macizas columnas de piedra, tanto en el primero como en el segundo piso.
Los visitantes debían adentrarse en el zaguán antes de acceder a cualquiera de los otros ambientes. Las fachadas talladas finamente ostentaban por medio de los blasones el linaje de las familias de origen noble. Afortunadamente, son muchas las casonas coloniales que han sobrevivido al paso del tiempo, conservando la estructura que le dieron sus primeros ocupantes, es por eso que visitarlas suele darnos la sensación de que viajar en tiempo es posible.
Una de ellas es célebre por las cuatro esculturas que posee en el paramento exterior. Su primer ocupante fue, nada más y nada menos que, Francisco Pizarro, conquistador y primer gobernador del Perú. Luego de su muerte se estableció oficialmente que este lugar albergaría a los sucesivos gobernadores que vendrían.
Cuando ya circulaban vientos de independencia una familia orgullosa, no sólo de sus ascendientes sino también de sus descendientes, la adquirió para instalarse en ella. Sin pensar seguramente que la única refacción que le realizarían la convertiría en un ícono de de la época de apogeo de las familias cuzqueñas con raíces españolas.
La modificación de la fachada, por la cual obtuvo el nombre con que ha trascendido, consistió en agregarle a los abundantes rosetones y columnas en relieve, cuatro bustos de piedra tallados. Se ignora a quién se le habrá ocurrido esta novedosa idea, sí puede afirmarse que se buscaba que todo aquel que pasara se detuviera para admirar la estirpe de ocupantes y ancestros.
Claro que los cambios son inevitables. Hoy «La Casa de los Cuatro Bustos» ha sido transformada en un hotel, año tras año, se hospedan en ella huéspedes de diversas latitudes. Siendo un ejemplo de que la ecuación modernidad más antigüedad es posible.

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